No es fácil poder conseguir una alimentación adecuada y equilibrada en esta edad

Alimentos para las necesidades de la segunda infancia

Elena Borregón Rivilla

Ana Bergua Martínez

En esta etapa, no es raro que los niños jueguen con la comida y/o los cubiertos y puede aparecer selectividad y aversiones a determinados alimentos. En la elección de la comida influyen factores genéticos, no obstante, son de mayor importancia los procesos de observación e imitación. 

Un comportamiento característico a estas edades es la llamada neofobia alimentaria o rechazo a probar  nuevos alimentos.  La solución para intentar minimizarla es la repetición y la persistencia, nunca forzando, de pequeñas cantidades y con una presentación que resulte atractiva.. 

Para favorecer una buena relación con la comida es muy importante respetar las conductas, gustos y aversiones de cada niño aceptándolos o no,  siempre según los hábitos familiares, culturales, los aspectos económicos y la disponibilidad de alimentos. Un punto clave para conseguirlo es la actitud que los padres muestren y su gestión ante las pequeñas dificultades que vayan apareciendo. Los niños más pequeños presentan una preferencia innata por los sabores dulces y salados así como aversión por los amargos pudiendo verse esto influido por experiencias tempranas, por este motivo es fácil que se establezca una preferencia por los snacks dulces y salados en esta edad de las rabietas..y de conductas caprichosas

Al inicio de esta etapa el niño ya tiene que estar integrado dentro del menú familiar y a medida que el niño crece, la alimentación se va desligando del medio familiar, teniendo los comedores escolares mucha influencia. 

Es conveniente evitar el excesivo aporte de azúcar y se debe tener cuidado con la sal en la preparación de las comidas, así como ofrecer alimentos muy salados (verduras en vinagre y determinadas conservas, carnes saladas y embutidos, dados de caldo y sopas en polvo). La OMS aconseja evitar la sal en niños menores de dos años y no sobrepasar los 5 gramos al día en niños menores de cinco años (1 cucharadita) y, por el riesgo que supone el déficit de yodo a estas edades, siempre yodada. Un consumo más elevado de sal se ha relacionado con el sobrepeso y la obesidad.

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